Astrónomo
alemán, nacido en Weilderstadt, en Würtemberg. Estudia teología,
astronomía y matemáticas en el seminario de Tubinga. Posteriormente, deja
la teología para dedicarse a la astronomía y las matemáticas y a ejercer la
profesión de astrólogo.
Concibe, en una primera fase de su pensamiento condicionada por
la místico-pitagórica-platónica, la posibilidad de una nueva astronomía,
cosa que persigue, en un primer momento, por la vía del misterio y de los
símbolos. En Mysterium Cosmographicum (1596)
utliza las distancias de los planetas al sol para encajar la imagen del mundo
en un sistema geométrico que consideraba representativo de la armonía
universal: las órbitas de los planetas quedan organizadas de tal manera que
cada una de ellas quedaba inscrita en un sólido regular sobre el que quedaba
circunscrita la órbita del planeta exterior siguiente: la esfera de
Saturno quedaba circunscrita a un cubo en el que se inscribía la esfera de
Júpiter, que circunscribía el tetraedro, etc. Siguiendo este orden: Saturno
-Cubo-Júpiter -Tetraedro- Marte -Dodecaedro- Tierra -Icosaedro- Venus
-Octaedro- Mercurio.
Esta obra era la primera aceptación pública y argumentada
del sistema de Copérnico, hecha por un astrónomo; partía del supuesto, en su
primera parte, de que, puesto que el mundo es perfecto y no existen sino cinco
sólidos perfectos, debía haber una relación entre una cosa y otra.
En 1600 se desplazó a Copenhague para entablar contacto con
Tycho-Brahe: quería saber hasta que punto concordaban las observaciones
precisas del astrónomo danés con su concepción de la armonía del universo. Los
resultados de éste los utilizó para determinar el alcance de las teorías
propuestas sobre el movimiento de los cuerpos celestes.
Su gran obra de astronomía, Nueva astronomía o Física del cielo (1609),
señala el inicio de la astronomía moderna. Presenta las dos primeras leyes (la
tercera la publicará en Harmonices Mundi, 1619). Con ellas
desaparecen las esferas cristalinas, la idea de movimiento circular; y en su
lugar aparece un sistema totalmente nuevo con movimientos elípticos
y una relación matemática entre las formas de estos movimientos y su
velocidad. De esta forma el sistema del universo se encontraba fuertemente
organizado por layes matemáticas sencillas y de validez universal.
Al año siguiente puede enterarse de los descubrimientos que
Galileo lleva a cabo con su telescopio, y que narra en el Sidereus
Nuncius (1610), y acerca de los cuales Galileo le pide la opinión.
Sobre estas observaciones escribe Kepler Conversación con el mensajero
de las estrellas, como carta a Galileo. En septiembre de este mismo año,
gracias al telescopio prestado por un matemático imperial, pudo Kepler
contemplar los planetas medíceos. Sobre ello escribió Informe de las
observaciones de los cuatro satélites errantes de Júpiter, primer
reconocimiento oficial que un astrónomo hacía de los descubrimientos de
Galileo.
Dioptrice (1610) es la obra en la
que Kepler, completando una obra anterior, Ad Vitellionem
paralipomena (1604), desarrolla correctamente los principios de la
óptica geométrica e instrumental, aunque sin llegar a formular la ley de la
refracción de la luz. En 1611 escribe Harmonices Mundi Libri V (1619),
obra en que intenta la síntesis final de su visión cosmológica: la armonía -en
el más puro sentido pitagórico- total entre la geometría, la música y la
astronomía. En ella formula la tercera ley de Kepler.
Publica todavía un comentario al sistema copernicano, con el
título de Epitome Astronomiae
Copernicanae (1621), y las Tablas Rudolfinas, obra de astronomía
práctica, útiles para el astrónomo y el astrólogo y como calendario y guía para
la navegación, que según testimonio del propio Kepler estuvo construyendo
durante 22 años y que tras numerosas dificultades de impresión logró tener
dispuestas para el mercado anual del libro de la Feria de Francfort de 1627. En
ellas utiliza muchos de los datos observacionales registrados por Tycho-Brahe.
Aún añade a este conjunto de obras Somnium,
inacabado y asombroso sueño de un viaje a la Luna.
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